El barullo que se formaba en Pénjamo, cuando era un “enjambre” que reunía a la población entorno al embarque de ganado por tren, volvió a zumbar en el parque recreativo ahora por la Jornada de Atención al Pueblo en territorio, celebrada en el municipio de Emiliano Zapata.
Doña Eneida Delgado es una de aquellas personas que llegó con el tren, en los años sesenta. Entonces don Luis Pérez era un mozo de 20 años, nativo de Pénjamo, que tenía ojos de águila y pudo verla, entre tanta gente, en la antigua estación. Unos 63 años después, es ella quien lo trae de la mano para que le revisen, lo que llaman “las ventanas del alma”.
«Quiero que él me vea mejor porque ya no ve bien, ni puede leer», dice pícara.
Él se deja revisar los cristalinos por la optometrista, quien dictamina que sus ojos necesitan 3.00 optometrías. «Es la primera vez que me hacen un examen de la vista. Veníamos por otra situación y no estábamos preparados con nada, pero nos atendieron. La verdad, no tengo cómo comprar unos lentes. Ahora veo doble: La que no es y la que sí es mi compañera», agrega jocosamente mirando de reojo a su amor eterno, quien también celebra la ocurrencia.
También en pareja, doña Gloria Hernández y don Jorge Peña, que andan por las 71 primaveras, esperaban recibir sus lentes graduados en el módulo del DIF. El «doncito», como ella se refiere a su compañero, perdió su trabajo de reparador de vías del tren hace cuatro décadas, cuando el ferrocarril fue privatizado por una política neoliberal de escritorio.
Su compañera Gloria detalla que ya don Jorge aprovechó las Jornadas para realizarse un electrocardiograma y ella tomó consulta para checar su glucosa y presión. «No se pagó nada, ¡todo ha sido gratuito! No tenemos sueldo, ¡vivimos de la pensión que nos dio Andrés Manuel! ¿Cuánto vale una andadera? ¿Una silla de ruedas? ¿Un bastón?, pero gracias a este gobierno, volvemos a ser tomados en cuenta», reconocieron felices mientras se escuchaba de nuevo el silbido del Tren Maya pasando aproximadamente a unos 100 metros.
Y si el embarque de ganado marcó a varias generaciones de Pénjamo, las Jornadas de Atención en Territorio en poco más de 100 días, están grabándose en el corazón de las y los tabasqueños, como el de Jesús Eduardo y Bianca Hernández, que desde su natal Comalcalco viajaron para casarse frente al majestuoso árbol de coralillo que domina el lugar.
«Quisimos casarnos antes en la Jornada de Atención en Centro, luego en Paraíso, pero no pudimos porque llegamos tarde», dijo el novio de 24 años. Ella secundó con una gran sonrisa: «Tenía temor mientras viajaba que no se hiciera otra vez. Pero la tercera fue la vencida. Este beneficio es muy bueno. Gracias al Gobierno, hoy somos muy felices».





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